Cuando a uno le llaman
piensa que, tras ver todo lo anterior, se encontrará con el amplio despacho del
jefe y este le juzgará. Se decidirá si debe ir al infierno o al cielo a
descansar. Por toda la información que ella había recibido sabía que había
otras posibilidades, como trabajos en despachos, reencarnación y horas de
espera.
Cuando escuchó su nombre
sonrió, no sabía el tiempo que llevaba esperando ni tampoco le importaba, lo
único a tener en cuenta era la puerta por la que debía pasar. Le había indicado
aquella voz que debía ir por una puerta marrón. Un color muy simple y apagado
teniendo en cuenta que había oído nombres de colores que desconocía
incluso. No tuvo que buscar mucho,
detrás suyo se formó el portón, de gran tamaño, rustica y sencilla.
Al traspasarla se
replanteó la posibilidad de no haber llegado a ninguna parte. Se encontraba en
otro jardín, aunque con tintes muy distintos. Las flores eran todas de
tonalidades oscuras. Amapolas negras, margaritas negras, lirios negros...la
gran mayoría de aquellas flores no tenían aquel color de forma natural.
Todo estaba muy ordenado,
había vayas separando la vegetación del camino y algún banco para sentarse a
reposar. Lo más curioso es que todo se encontraba dentro de la escala de grises.
-Bienvenida a mi jardín, espero
que no te moleste que te atienda aquí... pero hay tantas cosas que hacer que no
puedo quedarme siempre en la sala de audiencias.
Se giró al oír la voz cavernosa.
No tenía muy claro que esperaba encontrar, pero sin duda, aquello no. Era un
esqueleto del blanco más puro vestido con un mono de trabajo, llevando un
sombrero de paja y cargando un pequeño cubo con herramientas de jardinería. Intentó
pronunciar alguna palabra pero no le salía. Ella creía que la muerte seria un
poco más seria, lo típico que sale en los libros, alguien con una túnica negra.
La Muerte pareció comprender el desconcierto y se dispuso a explicarse.
-Todos tenemos derecho a
tener aficiones, el trabajo no lo es todo, pero como las almas mueren a
cualquier hora debo estar constantemente atendiéndolas... ya habrás visto que
hay un poco de retraso.
-¿Un poco? Ahí fuera hay
mucha gente esperando, creo que nunca había visto colas tan largas.
-Intentamos mejorar el
sistema, pero nunca podemos reunirnos para ello, siempre hay trabajo.
Ella pensó en volver a
replicar, pero no había necesidad de aquello, discutir sobre la espera con la
Muerte no era el objetivo de aquel encuentro. Quería terminar con aquello y
saber que iba a hacer.
El esqueleto fue hacía
los lirios para atenderlos, también hizo un gesto para que ella se acercará.
-He leído tu vida, ha
sido larga y has hecho muchas cosas, unas buenas y otras menos buenas. No has
causado daño a los demás deliberadamente, se podría decir que estas en la lista
de los buenos.
-¿Eso quiere decir que
puedo descansar?
-Quiere decir que no hace
falta que trabajes aquí, pero hay más opciones. ¿Hay algo que desees hacer
entre los vivos? Sería una etapa para realizar sueños y sin juicio final,
digamos... que sería como una recompensa, ni siquiera tienes por qué ser
humana.
-¿Y las demás opciones cuáles
son?
-Hay otros mundos que
puedes investigar, para seguir el ciclo vivirías en alguno de ellos.
-Entonces las opciones es
volver como humana o animal, o bien vivir en otros mundos siendo... lo qué sean
en esos mundos. ¿Dónde está mi descanso? Yo esperaba algo así como poder dormir
para siempre, o una terracita donde no se hace absolutamente nada sin tener que
esperar a oír tu nombre.
-¿No hacer nada? Eso es
lo que esperabas? ¿Dónde está esa curiosidad innata en los humanos? Hay mucho
por descubrir.
-Y ya he descubierto
mucho, pero...
-Ya lo he decidido.
-¿Qué? pero no había
opciones a escoger?
-Claro, pero soy yo quien
escoge, por algo soy la Muerte, y tu un alma esperando el veredicto de mi
juicio.
-Los juicios no se hacen
en los jardines.
-Se hacen donde el juez
diga.
La conversación parecía
haber terminado, la Muerte no le dijo nada más, simplemente siguió atendiendo a
sus flores. Ella se quedó ahí de pie, perpleja sin saber dónde ir. Realmente
tampoco le había dicho que iba a ser de ella. Sin duda aquella experiencia era
muy lejana a lo que le habían dicho que era la muerte, pero claro, quien pasa
por aquello nunca vuelve para contarlo.
Miró al esqueleto
esperando a ver si le decía alguna cosa más, pero no fue así. Uno de los
becarios se acercó a ella, como de costumbre con el sigilo propio de un
gato. Ella le miró confusa y el becaria
le susurró que el juicio había terminado y "su" puerta ya estaba
lista. Debía pasar a su siguiente destino.
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